Qué noche la de este día.


Sin comerlo ni beberlo, anoche fui doblemente invitada de sendos rebotes a una fiesta infinitamente glamourosa en un hotel infinitamente alto. Todas las tiendas estaban cerradas así que no pude comprarme unos tacones a la altura de la ocasión, pero un socorrido vestido negro me permitió mimetizarme y mantenerme al margen del contexto a partes iguales.
Tan, tan, tanta demasié, que todo era insuficiente. Cuando el alcohol caro del sitio caro comenzó a hacer cierto efecto y la gente por fin comenzaba a balancear las rodillas enfundadas en ropa también cara al ritmo de DjParsimonia y los cazatendencias comenzaron a hacer brillar sus flashes, hubo un tiroteo. Si la iluminación de la sala era de por sí excesiva, con la policía y las ambulancias se duplicó el efecto y nos desalojaron, para que no nos deslumbrásemos con tantos estímulos.
Acabaríamos tomándonos la última en un bar de moteros donde una camarera encantadora nos llamaba "chato y chata", respectivamente.
Hoy, haciendo honor a su nombre, hemos disfrutado de un buen día de sol, que siempre viene bien.
A las cariocas, Dani.

No hay comentarios: