Walker.

Porque la magia hay que saber hacerla, eso es seguro y a esta hechicera no le salen los conjuros.
Y es que al final del todo nunca queda nada, a no ser que sea la sinceridad en la mirada o, en algunos casos, el lazo de unas bragas.
El caso es que las palabras vuelan, excepto las que se clavan.

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