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"Richard es incapaz de imaginar una vida más interesante o valiosa que la que viven sus amistades y él mismo, y por esta razón uno se siente exaltado, expandido en su presencia. No es uno de esos egotistas que miniaturizan a los demás. Es el tipo opuesto de egotista, que obedece a impulsos de grandiosidad y no de codicia, y si insiste en una versión de ti mismo que es más divertida, extraña y más excéntrica de lo que sospechas que eres -capaz de hacer más bien y más mal en el mundo de lo que nunca hubieras creído-, es casi imposible no creer, al menos en su presencia y durante un rato después de haberle dejado, que es el único que percibe tu esencia, pondera tus verdaderas cualidades (no todas ellas necesariamente halagadoras; una cierta desmañana, una tosquedad pueril forman parte de su estilo), y te aprecia más plenamente de lo que nadie lo haya hecho nunca. Solo al cabo de algún tiempo después de conocerle empiezas a comprender que, para él, eres un personaje fundamentalmente novelesco, al que ha investido de una capacidad casi ilimitada para la tragedia y la comedia, no porque sea tu verdadera naturaleza, sino porque él, Richard, necesita vivir en un mundo poblado de figuras imponentes y extremas. Algunos han roto sus relaciones con él porque se niegan a seguir siendo figuras en el poema épico que está siempre componiendo en su cabeza, la historia de su vida y sus pasiones, pero otros (Clarissa entre ellos) disfrutan del sentido de hipérbole que aporta a sus vidas, e incluso han llegado a depender de él, como dependen del café que los despierta por la mañana y la copa que les amodorra por la noche."

M.CUNNINGHAM

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