Allergos

Mira que en general soy educada, amable, afable y respetuosa con el resto de la gente. que me rodea. Pero la paciencia de una acaba irremediable e irónicamente cuando se convierte en paciente: 4 horas en una sala de espera convierten en misántropa a cualquiera. Y eso es así desde que los hospitales son hospitales.
Alguna sustancia, vaya yo a saber cuál, ha desencadenado una serie de dispares reacciones en mi organismo: mi piel de incipiente bronceado dorado devino ayer en urticárico rojo con picores pancorporales. Hasta ahí bien, un poco indigno, pero aceptable. Hoy he amanecido como un globo: de pronto los rasgos de mi cara habían desaparecido, no había relieves y mi rostro se había convertido mostruosa masa cárnica informe. No, informe no, deforme.
Total, que me he ido al hospital y de el de al lado de casa me han derivado al del otro lado de la ciudad (paciencia, Paciente), una tierra prometida donde las esperas eran sustituidas por las comodidades que el contribuyente merece (para eso, repito, pagué casi 2€ de impuestos). Mentira. Cuatro horas en una sala de espera o un caldo de cultivo en que todos desarrollamos un odio mutuo despreciando la sangre, costras, tos, fiebre y demás manifestaciones sintomáticas ajenas. Lo mio es lo más grave por el mero hecho de ser mio.
Parece ser que los médicos no pensaron lo mismo, porque me relegaron al final de la lista, desde donde maldije a la pareja de novios (presumible búsqueda desesperada dominguera de una píldora del día después), la entrañable estampa madre primeriza-hijo levemente febril, el desesperante tira y afloja madre harta-hijo de entre 4 y 6 años que jugaba con sus estúpidos coches de plástico en mi misma hilera de sillas, haciendo que mi asiento se moviera sin parar. Prescindo de mayor enumeración, cualquiera que haya esperado durante más de media hora se habrá topado con el móvil y su quinqui (o es el quinqui y su móvil: el huevo y la gallina), la señora quejica, y el ciudadano anónimo y respetuoso que se convierte en ser despreciable al ocupar un lugar en la lista interminable.
Cuando he pasado a la consulta, han resuelto conveniente ponerme una inyección en el culete (¿?) y después de notar y reproducir en mi cabeza cómo la aguja atravesaba mi dermis, me he mareado.
Repuesta del mareo y con mi cara deshinchándose, he tenido que caminar hasta el único centro comercial abierto hoy porque la devolución de prenda: camiseta 34,90€ no aceptaba prórroga y no entiendo cómo finalmente he logrado llegar a casa sin abofetear a ningún traseúnte.
Como diría la señora del youtube, mira qué domingo.

2 comentarios:

Teresa dijo...

qué alegría descubrite en otra plataforma virtual...^^

RoberBrat dijo...

A mi una vez se me hinchó la cara muchísimo por culpa de una reacción alérgica. Creo que fue algún tipo de cactus, ya que me sucedión an casa de un amigo cuya madre era alegre coleccionista de tales plantas.
Nunca supe que fue realmente, llegué a casa corriendo y se me pasó.

Desde entonces aquellos que presenciaron la escena me llaman doctor granudo.